Artista de corazón

11.11.2008 11:08

Puede que muchas personas estén seguras de su vocación por alguna profesión, otras, por el contrario, encuentran su oficio por accidente. Así, Mauricio Castañeda relata como fue su comienzo en el teatro.

Nació en Medellín hace 22 años. Sin embargo, fue en el municipio de La Unión donde comenzaron sus primeras experiencias con respecto a las artes. Allí inició su afinidad con la caricatura. Mauricio es un hombre delgado y de mediana estatura de quien, sin duda, se aprecian grandiosos movimientos. No es necesario hacer mucho esfuerzo para escucharlo gracias a la fuerza, tono e intensidad de su voz, la cual cuida al no consumir bebidas muy heladas ni calientes, al no fumar y al hacer diariamente sus ejercicios de fonación.

 “La selva abandonada” fue en la primera obra que participó, cuando en compañía de algunos compañeros del colegio, fue al Festival de Caña Brava en Sonsón. A partir de ese momento el teatro reemplazó su amor por las artes plásticas. Su interés por el campo cultural y artístico se manifestó cuando se encargó de organizar el desfile de Mitos y Leyendas e hizo la programación de actividades culturales en las fiestas de su pueblo con la ayuda de Darío Soto, quien era el director de “Teatro y –Títeres La Carreta” en el municipio de la Ceja, y quien se había convertido en su maestro.

Mauricio comenzó a leer y a asistir al teatro. Darío al ver su interés lo invita a ser parte de su grupo que contaba con trece personas, quienes hacen el montaje “Entradas y Salidas”, del surrealista francés, Jack Brever. Esta obra es considerada por Mauricio como en la primera que participó. 

Gracias a los saberes dados por su maestro, Mauricio asegura que el teatro es una reunión de simbolismos más que una mera representación.

Estando más de lleno en el teatro, realizó el monologo “Diatriba de amor contra un hombre sentado” de Gabriel García Márquez. Fue realizada por siete de los compañeros del grupo conformado por Darío.

 Sin embargo, en todo este tiempo Mauricio no había realizado ninguna clase de formación académica en el teatro. No obstante su mayor escuela fueron los diferentes grupos en los que participó, por ejemplo el “teatro Escuela” y la práctica del “teatro callejero”.

Por otro lado, surgió una nueva pasión en su vida como artista: la pantomima. Gracias a sus amigos y colegas Elkin Molina y Edwin Londoño –Edwin mimo-, quienes de alguna manera le hicieron ver una relación profunda entre estos dos géneros artísticos.   

Pero, durante esta época de aprendizaje llegó un momento de “melancolía escénica”, este fue el nombre que él le dio a seis meses alejado totalmente del teatro y la pantomima. En estos meses se dedicó a trabajar haciendo mantenimiento a las máquinas de Las empresas Públicas de Medellín. De esta manera comprendió que no podía vivir sin las artes y renunció a su trabajo.

Desde ese entonces todos los días de su vida se dedica a aprender y a mejorar sus técnicas. En el año 2003 decidió profesionalizarse, por tanto ingresó a la Universidad de Antioquia.

Hoy, Mao Mimo, como se hace llamar, vive pleno y convencido de que su vida es cada vez mejor gracias a su carrera y a las personas que fomentaron en él el amor por ella.

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